La Ermita y El Monasterio de Camaldoli

Hoy, Día de Todos los Santos, es una fecha idónea para hacer un ejercicio de introspección y ofrecer al mundo una mirada espiritual.
Con ese ánimo, he cogido el coche esta mañana y me he venido a Camaldoli. Una pequeña localidad situada en el territorio de Casentino, al sureste de Toscana.
El objetivo de conocer Camaldoli, independientemente de la enorme y bellísima área protegida en la que está emplazada, ha sido el de visitar la Ermita y el Monasterio. Célebres lugares de culto en la cristiandad, fundados por San Romualdo en el siglo XI.
San Romualdo había decidido separarse definitivamente del mundo y construir una ermita en algún lugar recóndito, cuyo único adorno fuera la naturaleza sin otro ruido que el canto de los pájaros o el murmullo de los arroyuelos.
Tuvo la buena fortuna que el Conde Maldolo D'Arezzo, dueño y señor de aquellos lares, comprendiera el contenido ascético de su vocación y le concediera una fracción de su territorio.
En un lugar apartado de esa fracción de bosques, edificó primero la Ermita, austera, acorde con su vocación. Años después de su fallecimiento, se construyó el Monasterio, junto a la carretera, en el mismo emplazamiento en el que él había fundado un refugio para peregrinos.
Durante su vida en Camaldoli, fundó asimismo la Orden de los Monjes Camaldoleses (entonces benedictinos) que según su elección religiosa, contemplativa o activa, se iban integrando en la Ermita o en el Monasterio.
La Orden se fue agrandando paulatinamente, alcanzando siglos de esplendor político y material, sin dejar de ser una inagotable cantera espiritual e intelectual que, en su momento, impulsó el desarrollo filosófico, artístico y ciéntifico por toda Toscana, el resto de Italia y del mundo occidental.
En ese sentido, sobresalieron distintos monjes de la Orden, tales como Guido de Arezzo, inventor de la aún vigente notación musical; Graziano, quien asentó las bases de la ley canónica; Lorenzo Monaco, prestigioso pintor; Ambrogio Traversari, preclaro filósofo y humanista y Niccolò Malerbi que fue el primer traductor de la Biblia, ¡entera!, al Italiano.
De hecho, Dante Alighieri celebró a dos de sus monjes en La Divina Comedia, Canto XXII del Paraíso: Romualdo y Macario.
Con el paso del tiempo el Monasterio se fue agrandando y rehabilitando, llegando a ser de una belleza única en la que se conservan numerosas obras de arte, una Biblioteca de valor incalculable y, además de las habitaciones para los huéspedes, sigue manteniendo el hospital del siglo XIV y la bellísima farmacia del siglo VXI, en la que hoy en día se venden los productos fabricados por los monjes que van desde medicinas naturales, hasta licores, miel, chocolate, árticulos de perfumeria, etc.
Ambos lugares de culto, ahora habitados por monjes cartujos, siguen siendo objeto de peregrinación y de visita por parte de gentes que vienen hasta aquí desde cualquier parte del mundo.
Asimismo, en sus bosques frondosos se puede pasear libremente o, por ejemplo, sentarse a meditar o a leer algún libro sobre su historia basada no sólo en la mística sino en la inteligencia.
Os tengo que dejar aquí, con ganas de que vengáis para experimentar lo que probablemente sea su mayor tesoro: La Paz.
Ahora, me toca arreglarme "por fuera" pues ayer fue el cumpleaños de Giovanni el hijo de mis anfitriones en "Villa Vignacce" quienes han tenido la delicadeza de invitarme a la copa que ofrecerán a última hora de la tarde de hoy para celebrarlo con los amigos de la familia.
Espero que a Giovanni le guste el detalle que he escogido para él en " La Vecchia Farmacia" del Monasterio de Camaldoli.
Sylvia

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