Recuerdos de un día de Septiembre en Florencia

Tendría yo unos 19 ó 20 años. Acompañaba a mi madre a Florencia para visitar allí a una de sus mejores amigas de la infancia, amistad que se mantuvo hasta el fallecimiento de aquella.
Matilde Capuis, gran persona y excelente músico y compositora de reconocido prestigio. Su larga vida profesional había transcurrido en Turín, trasladándose después a Florencia. Yo admiraba profundamente a Matilde, de ascendencia germano suiza por línea materna, pero esas arraigadas raíces germánicas le conferían un carácter casi castrense. En su casa y fuera de ella, cuando salíamos las tres a visitar Florencia , todo estaba programado a estricto golpe de reloj y campanilla. Mi madre estaba encantada (eran muy parecidas...), pero yo lo llevaba fatal. Por eso, un día, alegando una serie de excusas, logré escaparme para visitar Florencia a mi antojo, libre por fin de la ferrea batuta de mi querida anfitriona.
Me dirigí rápidamente al Ponte Vecchio, donde su singular belleza y el entusiasmo por todas las tiendecitas y puestos, en los que se vendían artesanías de todo tipo y complementos como bolsos, billeteros, joyería y bisuteria, me hicieron perder la cabeza, gastando una buena parte de mis escasos ahorros en comprar objetos de lo más chic, que aún conservo como "oro en paño".
Después, con las bolsas de mis compras a cuestas, me fuí a visitar la Iglesia de Santa Croce, cuyo aspecto exterior me había dejado encandilada unos días antes.
Esa gran iglesia, de estilo gótico, data del siglo XIII. El interior es sublime pues, entre otras obras de arte de ese período, sus paredes están afrescadas por Giotto. No se cuánto tiempo pude pasar ahí adentro, deteniéndome también ante las sepulturas de Miguel Ángel, de Galileo Galilei y del gran poeta Ugo Foscolo (yo era y sigo siendo un devoradora de poesía). Tambíen visité su magnífico claustro y la "Capilla dei Pazzi", obra espléndida de Brunelleschi quien la construyó por encargo de esa ilustre familia florentina.
Sin pensar en ningún momento qué hora podía ser, me fuí al Museo de los Uffizi, que ya había visitado con ellas, pero con la intención de perderme en la contemplación de un cuadro de Paolo Uccello (de la llamada escuela de los primitivos o primer renacimiento) que me había impresionado especialmente: "La Batalla de San Romano". Me quedé extasiada, observando hasta los más pequeños detalles del cuadro. Desde entonces, no he dejado de visitar en Tocana o en Italia cualquier lugar, museo o exposicíón que contenga algún cuadro de Paolo Uccello, un pintor que desde entonces forma parte de mi vida interior.
Cuando quise llegar a casa de Matilde, que vivía cerca de Via Tornabuoni, en la que también me detuve un buen rato ante los espléndidos escaparates de sus tiendas de alta moda italiana, era ya tardísimo. Mi madre, enfadada por mi impropia actuación como invitada, me echó una buena bronca. Matilde me miraba de reojo... Lo aguanté en silencio, sustentándome en la excepcional experiencia vivida ese día y en el contenido de mis bolsas, repletas de artículos ideales comprados en el Ponte Vecchio.




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