Castellina in Chianti: Donde el tiempo se detiene.
Glenda y yo pasamos el día de ayer en Castellina in Chianti, al norte de la provincia de Siena. Aunque llovía a mantas y hacía bastante frío, bien abrigaditas y pertrechadas para el agua, nos pusimos en camino tan pronto como terminamos con nuestro desayuno en "Radda Hamlet".
Sólo por el nombre de esta pequeña e interesantísima ciudadela sabréis que nos encontramos en pleno territorio de Chianti, lo que en sí mismo ya constituye una fiesta para los sentidos.
Los orígenes de la ciudadela se remontan a los tiempos de la civilización Etrusca (como la mayor parte de la región de Toscana). De hecho, entre los muchos y valiosos vestigios de esa civilización encontrados por aquí, sobresale la Necrópolis del siglo VII a.C. hallada en la vecina colina de Montecalvario que, desde el punto de vista arqueológico, es de un interés único. Conocida actualmente como "Il Tumulo di Montecalvario" merece, en mi opinión una visita atenta y detenida ¡Os vais a quedar boquiabiertos! Por otra parte, Glenda y yo, nos enteramos mientras lo visitábamos, que los etruscos fueron los primeros productores de vino en esta zona. De manera que, entre unas cosas y otras, Castellina merece ocupar una butaca de primera fila en la espléndida platea de Chianti.
Castellina, en la cima de una bellísima colina, está rodeada por un peculiar exágono de murallas que proceden de principios del siglo XV. Tras sufrir un devastador ataque por parte del ejército aliado de Milán y Siena, los Florentinos , que entonces dominaban toda la zona, se vieron en la necesidad de reconstruir la localidad y fortificarse tras esas murallas, para evitar que les despojaran de su codiciada propiedad, cosa que no consiguieron del todo pues sus pretendientes eran tantos como poderosos. Para entendernos, digamos que Castellina era una especie de Elizabeth Taylor de la época que, por lo que he oído decir, ahora va en pos de su octavo o noveno matrimonio.
Como os decía, el ejército aliado de Milán y Siena estaban en aquella ocasión al mando del condottiere (capitán de fortuna) Alberico da Barbiano (1344-1409) fundador de la entonces tan célebre como temible "Compañía de San Jorge", formada exclusivamente por tropas mercenarias italianas adiestradas de los pies a la cabeza en el así llamado "arte de la guerra", de manera que si se les hubiera puesto por delante el Mont Blanc habrían terminado con él.
El gran éxagono de casas que se construyó literalmente unido a la cinta de murallas forma una curiosa pendiente que ha dado lugar a un pasaje subterráneo conocido como "Via delle Volte". Lleno de locales respetuosamente emplazados en esa maravillosa y singular arquitectura resulta algo tan inusual como fascinante. La verdad es que en Castellina se detiene el tiempo.
Glenda y yo, mirándonos la una a la otra, estuvimos comentando que en lugares como éste parece absurdo e irreverente pasearse en pantalones vaqueros, botas de agua y anorak, pero ¡Qué le vamos a hacer! Esa es la estética habitual en estos tiempos prosaicos que nos ha tocado vivir.
Después estuvimos visitando la Fortaleza medieval (La Rocca) que es imponente y está formada por dos estructuras anexas. No obstante quedara seriamente dañada durante la Segunda Guerra Mundial, al día de hoy se encuentra en perfecto estado y se conserva con un esmero conmovedor. Su interior es magnífico y alberga numerosas y estupendas antigüedades. Una cosa anécdotica y simpática, que quizás os sorprenda, es que en la "Sala del Capitano" que conserva sus originarios muros medievales, es donde los lugareños se casan por lo civíl.
Desde La Rocca, incluso en un día tan lluvioso como el de ayer, se divisa un espectacular panorama que recoge los fértiles prados y las idílicas colinas de la zona.
Paramos a comer cerca de la Fortaleza en la "Antica Trattoria La Torre" . La elección fue puramente intuitiva ya que en Castellina hay varios restaurantes donde dicen que se come muy bien, pero nos decantamos por éste. El interior es muy bonito y tradicional de la zona y está muy cuidado al igual que su cocina.
Tras dudar entre varios platos, el Maitre nos aconsejó que empezaramos con unas "pappardelle al cinghiale" (pasta ancha y plana con salsa de jabalí) que estaban de impresión. Además se notaba que la pasta era casera y fresquísima. De segundo tomamos ternera asada con guarnición de alcachofas. La ternera, muy jugosa, estaba deliciosa, pero lo más destacable eran las alcachofas (que aquí son enormes y sobre el verde tienen tonalidades de color violeta) que no sólo eran tiernísimas sino que tenían tal sabor a huerta que confirmaba que desconocían felizmente las cámaras frigoríficas. Regamos la comida con un estupendo tinto "Chianti Classico Castello di Volpaia" que realzaba los guisos que pedimos. De postre nos ofrecieron unos "ricciarelli" (una especie de pastelillos de mazapán con aroma de naranja) delicados y exquisitos. Café incluído pagamos unos 35 euros cada una. Desde luego no era barato, pero en honor a la verdad el precio se ajustaba a la muy buena categoría de esa trattoria.
Si hubiera hecho buen tiempo podríamos haber comido en la preciosa terraza ajardinada de la que disponen, pero todo no puede ser en la vida. Es más, creo que el día lluvioso y desapacible le confería a Castellina in Chianti un cierto aire nostálgico que la hacía aún más bella y entrañable.
Sylvia
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