Pratovecchio, la ciudad natal de Paolo Uccello.

Procedentes de Madrid, el sábado, 4 de Noviembre, por la tarde, llegaron a "Villa Vignacce" mi hermano Antonio y Miguel, nuestro primo predilecto, y mejor amigo, desde la infancia.
Como se quedarán hasta el jueves, andaba yo dándole vueltas por dónde podría empezar con ellos el domingo. Hay tanto qué visitar por aquí que la elección puede resultar complicada.

Me decidí por el territorio de Casentino, zona este de Toscana, al sur de Arezzo, y en cuanto nombré Pratovecchio, la ciudad natal de Paolo Uccello, se despejaron todas las dudas. Mi hermano y yo entusiasmados, pero Miguel, que es un excelente pintor, se dispuso a hacer el viaje como si fuera en peregrinación a Tierra Santa.
Pratovecchio, a más de 400 m. de altura, es una localidad pequeñita y preciosa con las características de una ciudad fortificada de la Edad Media en Toscana. Con callecitas sinuosas, plazas con soportales, sus edificaciones, en líneas generales, son medievales, renacentistas y, si me apuráis, llegan hasta los siglos XVII ó XVIII. Todo el centro histórico está conservado y, como suele ser habitual en Toscana, la inarmonía no habita en su diccionario estético.
Destacan el Castillo de Romena (que alberga un pequeño, pero interesantísimo, Museo Arqueológico), la Iglesia delle Pieve di San Pietro (siglo XII) y el Monasterio Camaldolese di San Giovanni Evangelista (siglo XII).

Presidida por el Castillo de Romena (del siglo XII c.) la ciudadela, de trazado concéntrico, estuvo protegida por canales y tres círculos de murallas. De ellas quedan restos más que suficientes para hacerse una idea de lo que fue y de la importancia estratégica que tuvo esta plaza fuerte, contendida durante siglos hasta que los Medici la tomaron definitivamente.
En su momento, Dante Alighieri, exilado de Florencia por razones políticas, aceptaría el asilo que le ofrecería el Conde Guido Selvatico da Davadola y se alojaría en la fortaleza. Más tarde, se inspiraría en los antedichos tres anillos de murallas para reflejarlos en la Divina Comedia, El Infierno, Canto XI: "...Ya ves en lo que pienso. Hijo mío, en medio de estas rocas hay tres círculos..."
Aquí nació,en 1397, Paolo di Dono, conocido como Paolo Uccello. El genio, en mi opinón, de los primitivos renacentistas italianos.
Paolo Uccello se dedicó a lo largo de toda su vida al estudio casi obsesivo de la perspectiva, hasta entonces prácticamente desconocida, aprendiendo para ello de los mejores matématicos y arquitectos de la Florencia de su época, donde residió la mayor parte de su vida.
Para él la pintura no tenía porqué ser naturalista. En su caso, se trata de una realidad intelectualizada a partir de la teatralidad existente en las distintas temáticas representadas en su pintura. De hecho, la luz, los personajes y los objetos aparecen como irreales y, en lo que me concierne, no sé si debe a una concepción metafísica y simbólica de las cosas o a su decisión de escenificar la vida desde una contemplación separada de lo existente, lo que coincidiría con su vida espartana, alejada de toda actividad social salvo el contacto profesional con algunos de sus insignes coetáneos (Brunelleschi, Vasari, Donatello y pocos más).
Muere en 1475, a los 78 años de edad, solo y en condiciones materialmente míseras, como había vivido siempre.
Su mano derecha apretaba un pergamino. Cuando se consiguió arrancarlo de la rigidez postmortem, el trozo de pergamino contenía figuras geométricas, líneas cruzadas o aisladas y cortadas y otras que parecían querer llegar hasta el infinito.

Sobre todo esto, estuvimos debatiendo los tres durante horas, aunque quien llevaba la voz cantante, como es natural, era nuestro primo Miguel, que es un experto en la materia. Mi hermano y yo somos sólo diminutos conocedores, si bien grandes entusiastas.
Habíamos reservado para comer (mucho arte y mucha cosa, pero estos dos ...en cuanto llegan a una localidad desconocida lo primero que hacen es asegurarse el estómago) en "La Tana degli Orsi", un restaurante sin pretensiones, pero con pinta de tener buena comida lugareña. Como nos encantan los embutidos y los quesos toscanos, empezamos por un platazo, bien surtido, para los tres. Luego tomamos scottiglia (rebanadas calentitas de pan de pueblo tostado con trocitos de carne guisada) y mis dos queridos energúmenos pidieron, además, sendas raciones de tortello di ricotta (una clase de pasta rellena de requesón) de las que estuve picoteando. Regado con una botella de tinto de Chianti (reserva), por la que lloramos cuando se acabó.
Invitó mi hermano y, pese a que no nos dejó mirar la cuenta, por más que estuvimos forcejeando, por las vueltas supimos que la opípara comilona, más los cafés, no había alcanzado los 100 euros.
De vuelta a casa, Miguel ¡cómo no! estuvo hablando por los codos de Paolo Uccello con Pasquale, el pater familiae, de "Villa Vignacce", que ha sido un buenísimo pintor y sabe lo indecible sobre las distintas escuelas de Florencia y Siena.

Sylvia



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